Ha llegado el momento. El día 11 de junio los relojes de todo el planeta fútbol se detendrán. Comienza el espectáculo que todos los amantes del balompié han estado esperando durante cuatro largos años, 48 meses desde ese día en el que el fútbol lloró la perdida de Zidane e Italia sumó su cuarta copa del mundo en una emocionante tanda de penaltis.
Para un aficionado al fútbol un Mundial es algo único, sublime, un evento que paraliza tu rutina, en un mes en el que tu cerebro es consciente de que no te aburrirás de ver fútbol y más fútbol. Deberás gestionarte bien tu tiempo, tendrás unas horas para estudiar por la mañana y luego una horita entre partido y partido para ir al gimnasio, pero al histérico y maníaco del fútbol, eso le da igual.
Éste será mi tercer Mundial que veo con pasión. Con 9 añitos, Francia 98 no me llamó mucho la atención. Después de que Sanchís levantara la Séptima Champions para el Madrid y de la maldita primera fase de la Roja, se me quitaron las ganas de ver a otros países disfrutar de la Copa del Mundo. Menos mal que me dio por animar en la semifinal a un tal Davor Suker marcar goles a pares o al gran Zidane el día de los ataques de epilepsia de Ronaldo en el estadio de Saint Dennis. El día de la final veraneaba con mis padres en Denia, donde eligieron pasar las vacaciones de ese verano. Ese día le dije a mi padre: ¿por qué no juega ese “pelao” número 10 en el Real Madrid?
2002. El mundial llegó de nuevo tras la consecución de una liga de Campeones por el Real Madrid. El campeonato que se celebró por primera vez en Asia, me convirtió en el fanático mundialista que ahora escribe estas líneas. Tras ver la extraordinaria primera fase de España, con un Raúl marcando goles a pares y con un equipazo al que solamente podía hacer frente la discutida Brasil de Scolari, tuve la “suerte” de pillar una buena gripe y tragarme todos los encuentros. No voy a decir que no fue un placer ver a la Argentina de Batistuta caer a las primeras de cambio, o a Portugal sucumbir con un arbitraje frente a Corea del Sur que posteriormente sufriríamos nosotros. Francia, con un lesionado Zizou, vio la segunda fase del torneo desde la tele.
El encuentro inaugural me dejó totalmente prendado. El partidazo de Senegal ante la vigente campeona siempre quedará grabado en mi retina, en el último campeonato en el que el conjunto que defendía título jugaba el partido inaugural. Brasil se dedicaba a golear con un equipo digno de un tetracampeón al ritmo de un renacido Ronaldo (qué casualidad), y Alemania se refugió en el mejor portero del mundo en aquellos tiempos, Oliver Kahn, para llegar a la gran final de Yokohama. La anfitriona selección japonesa me causaba una gran atracción por eso de ser la representante con Nakata, Inamoto y Suzuki de esos Oliver Atom, Benji Price y Mark Lenders que tantas horas divertidas me han hecho pasar en televisión. Los nipones cayeron en octavos contra una sorprendente Turquía y los otros anfitriones… bueno, ya sabemos que pasó en cuartos con cierto colegiado de cuyo nombre no quiero acordarme. Esa mañana de julio de aquel año 2002, en la que todos madrugamos para que de una maldita vez se rompiera ese gafe infernal de los cuartos, la recordaré por ser la primera vez que lloré al finalizar un partido de fútbol. La final del Mundial sirvió para que Ronaldo se tomara revancha por su mal día en París cuatro años atrás. Brasil se coronaba como la pentacampeona gracias al Fenómeno.
Cuatro años después, la competición volvía a la vieja Europa. La puñetera selectividad tampoco impidió tragarme una cantidad estimable de partidos. Aún recuerdo con total nitidez el golazo de Lahm en el partido inaugural con los poemas de Campos de Castilla de Machado sobre mis piernas. España firmó una sensacional primera fase, pero sucumbió en octavos con un vestuario sumido en la polémica sobre el relevo generacional que debían sufrir Raúl o Albelda, dos de los pesos pesados del equipo en 2006. Este campeonato fue el principio del fin de Raúl en la roja. Se firmó un juego brillante, con Villa y Torres en un fantástico estado de forma y con 8 tantos en una gran primera fase. Pero la competitividad francesa, la juventud española, la falta de criterio de un Luis Aragonés que se guió más por la prensa para hacer el 11 (Casillas, Ramos, Puyol, Juanito, pernía, Cesc, Alonso, Xavi, Raúl, Torres y Villa) en el que no había ningún jugador que apoyase al donostiarra en las labores de contención, y el gran Zidane, consiguieron que la roja tuviera que hacer las maletas incluso antes de cuartos. Los cuatro amigos que estábamos viendo el partido, nos quedamos descompuestos tras el 3-1 de Zidane en la prórroga. Después, 10 minutos de doloroso silencio. Uno de ellos rompió el angustioso momento. “A esperar otros cuatro años”.
Ese momento ha llegado. Después de los amargos tragos que nos llevamos tras este extraño mundial, han pasado muchas cosas entre medias. El Barcelona ha ganado otra Champions, el Madrid ha tenido 5 técnicos (contando a Mou) y España se despojó de sus miedos con la Eurocopa de 2008. No había mejor forma de pasar de cuartos que en los penaltis y frente a Italia, dos circunstancias símbolo de los fracasos de la roja a lo largo de la historia. Creo que ese gol de Cesc ante el gran Buffon fue el gol que más celebré en mi vida, incluso más que el que nos dio finalmente la Eurocopa frente a la competitiva Alemania.
A partir del 11 de junio, viviremos como si una burbuja te tuviese preso, enganchado a la televisión para saber quién es ese medio centro africano que se lleva todos los balones o para saber a los cracks que alineará Maradona en la delantera de su albicelteste. Pero ante todo tienes la vista puesta en ese último día, el de la finalísma. Hay muchas razones para que España gane el campeonato; de hecho siempre las ha habido. Pero lo que nunca ha vivido la Roja es un momento de juego y optimismo como éste. Por eso, sin lugar a dudas, Sudáfrica 2010 es el momento clave para estampar de una vez por todas una estrella en nuestra camiseta. El sueño de todos los españoles pasa por ver a Casillas levantando por fin una Copa del Mundo para España. Sí, señoras y señores, ha llegado el Mundial. El Mundial de España.
Sin duda alguna esta ocasión España sí puede presumir de favorita debido a su condición de campeona europea .
ResponderEliminarUn saludo