Hace unos días, Manuel Pellegrini aseguró en las declaraciones en rueda de prensa que “Cristiano Ronaldo es el Real Madrid”. Tras estos dos partidos, en los que el astro portugués ha conseguido 5 goles y se ha erguido como salvador del Madrid, se ha confirmado el papel que juega el de Madeira como líder de un equipo que ahora mismo no pasa por su mejor momento de juego, pero que tiene en las cualidades futbolísticas y sobre todo mentales del portugués, un arma letal para conseguir este deseado título de liga.
Superlativo en todas las facetas: juego aéreo, disparo con las dos piernas, dribling, potencia, velocidad, regate y sobre todo una personalidad enormemente competitiva. Cristiano ha demostrado con creces que Florentino Pérez no se equivocó pagando los 96 millones de euros que el Manchester ingresó en sus arcas. Ya dije en este blog hace unos meses que desde que tuve la oportunidad este año de poder asistir al Bernabéu a ver el partido, frente al Villareal, Cristiano me dejó prendado. Era verdad lo que se decía de él. Me demostró que es lo mejor que se ha visto en la Castellana desde que las ruletas y la majestuosidad de Zidane pasaron a mejor vida.
Él corre y lucha cada balón como si fuera el último, hace cada desmarque en todas las zonas del campo como si fuera perdiendo en una final de un mundial, y le golpea al balón con una rabia exacerbada digna del mejor Roberto Carlos. Y todo ello, rodeado en múltiples ocasiones en un ambiente creado hacia su persona en el que se le silba y presiona hasta la extenuación, por la envidia de muchos aficionados que desearían tenerlo en su equipo. Ayer en el Ono Estadi se vio algo de sensatez: los aficionados le aplaudieron cuando se fue sustituído. Hay que saber valorar el buen fútbol y sobre todo, a jugadores como Cr9, que hacen que pagar una entrada merezca la pena. Si el Bernabéu ha podido reconocer a Ronaldinho o a Messi con aplausos aún teniendo a su equipo goleado, ¿porqué no se hace lo mismo con Cristiano?
Pero el problema que tiene el Madrid es que en el terreno de juego siempre juegan once jugadores, y a Cristiano, seamos sinceros, no le acompaña un equipo tras de sí. Quizá el Madrid tenga una gran acumulación de nombres en sus filas, con el que Pellegrini pueda elaborar un once inicial temible. Aún no hay un bloque hecho, un equipo compacto en el que todos los compañeros conozcan al milímetros los movimientos de cada uno, como el Barcelona, el Chelsea o el Manchester. Eso se consigue con tiempo, y es casualmente lo que le ha faltado a este nuevo Madrid de Florentino Pérez. No me gusta acordarme del partido ni de la eliminatoria del Lyon, pero me hubiese gustado saber qué hubiese ocurrido si todos los jugadores blancos hubiesen salido igual de enchufados que el portugués en ese encuentro contra el ex equipo de Benzema.
Por otra parte quiero decir que, aunque me duela, tengo muchas dudas de que se pueda ganar la liga, sobre todo porque no creo que el Barcelona falle. El Madrid pinchó en el partido clave de la temporada, y ahí es donde se perdió la liga. Pero a ver quién le dice a Cristiano que su equipo no va a salir campeón. Él y su carácter ganador, ése que a veces le provoca esa ansiedad que le lleva a no examinar con detenimiento sus actuaciones, son los principales culpables de que a falta de dos jornadas, el Madrid siga teniendo posibilidades de ir a la Cibeles en dos semanas.
En fin, que tras exhibiciones como las que ha hecho el portugués estos días, por fin el madridismo tiene a un ídolo al que idolatrar, un jugador al que recurrir cuando los partidos se ponen peliagudos o hay que remontar encuentros como los de Osasuna o Mallorca. En él están depositadas las esperanzas del madridismo, sobre todo con miras hacia la temporada que viene. Ha nacido el cristianismo en la parroquia blanca.
Estoy de acuerdo.
ResponderEliminarBueno, hoy se decide la liga. Aunque el Real lo tenga difícil, no desistiremos hasta el último partido.
ResponderEliminarHe is simply fantastic, watching him play is a joy...
ResponderEliminarGreetings from Estambul.
http://amarilloroja.blogspot.com