Nunca pensé en poder estar presente en un Madrid-Barcelona. De hecho, tener las entradas en mis manos era como un tesoro que había encontrado debajo del mar y después de haber estado haciendo 3 horas de cola el día en que las entradas salieron a la venta. A lo que voy, más allá del partido, que como ya descubrimos todos nos dejó a un Madrid lanzado al ataque y a un Barcelona demasiado efectivo y solvente, un clásico es capaz de enamorarte y de dejarte prendado y soñando con vivir otros 90 minutos como los del pasado domingo en el Santiago Bernabéu.
Antes de entrar al campo, un ambiente espectacular, típico de las grandes citas europeas o de los grandes clásicos de liga, te envolvía inmediatamente tras salir del Metro en lo que de verdad es un Real Madrid-Barcelona. A pesar del extremo calor y a pesar de que la chica que me acompañaba llevaba una camiseta del Barcelona, tengo que decir que en ningún momento temí por su integridad o por que algún desaprensivo comenzase a soltar lindeces por su boca hacia ella.
No ocurrió ni dentro ni fuera del estadio (o eso creo yo), y eso dice mucho de una afición que viene a pasárselo bien y no a insultar y a intimidar a los aficionados rivales, tal y como ocurre con otros equipos en numerosas ciudades. Más bien, algunos se nos quedaban mirando pensando en lo raro que era ver a un chico con una camiseta del Madrid y a la chica con la camiseta del Barcelona. Yo creo que tampoco era tan raro; os sorprendería saber la cantidad de parejas que llegaron igual que nosotros, y viceversa.
Salvo este detalle, todo lo demás salió a pedir de boca. Tras tomar asiento en mi preciada butaca, una vista privilegiada en el córner izquierdo del fondo sur me hizo pararme a pensar en dónde estaba y del partido que iba a disfrutar. Después del litúrgico himno del Madrid, y después de una clásica banda sonora en el vídeo marcador del Bernabéu con los mejores momentos de la historia del mejor club del siglo XX, me puse a mirar a los jugadores que había sobre el campo y no lo podía creer: Casillas, Alonso, Iniesta, Cristiano, Ozil, Villa o Messi estaban a poquitos metros de mí.
Era el minuto 0 y no sabía lo que iba a pasar, ni si el Madrid iba a salir a jugar como en la ida de Champions o si por fin íbamos a jugarles de tú a tú, como así fue. No me importaba nada más, solamente disfrutar de aquellos 90 minutos que nunca volveré a disfrutar. Pero no os voy a engañar; me hubiese gustado volver a casa con una victoria del Madrid. No puede ser todo en esta vida...
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