El España-Francia no era un partido más. Más allá del hipotético pase a las semifinales del torneo, los españoles sabíamos que enfrentarnos a nuestros vecinos era una manera de, al igual que ya sucedió con los penaltis frente a Italia en 2008, poder sacudirnos otra de las maldiciones que hemos llevado arrastrando durante décadas.
Por eso, los futbolistas españoles tenían ante sí una oportunidad histórica, en un partido en el que jugadores como Ramos, Casillas, Xavi o Cesc sufrieron la derrota que nos eliminó del Mundial de 2006. Ellos la soportaron en territorio alemán, pero nosotros, los aficionados que sentimos a la Roja como una pasión a la que aferrarnos para olvidarnos de las miserias de la vida, aún recordamos la cara que se nos quedó en ese mes de junio de hace 6 años, cuando Zidane nos mandó para casa una vez más. Era también una ocasión para devolver a la red aquel penalti que Raúl mandó al limbo ante la mirada de Barthez en la Euro del 2000 y para bloquear aquel balón que se escurrió de los brazos de Arconada en 1984.
Casualmente, fue un jugador vasco, criado también en la cantera de la Real Sociedad, el que rompió el gafe francés. Xabi Alonso, al que muchos quieren desterrar al duro banquillo a través estúpidos argumentos, reafirmó su papel en el equipo, el que ha llevado la batuta, junto a Xavi, de una selección que, no lo olvidemos, a hecho a España campeona del mundo de fútbol y semifinalista de un europeo por segunda vez consecutiva. Sé perfectamente que el juego de nuestro equipo nacional no está a la altura del anterior mundial y que la baja de Villa está afectando más de lo esperado a la Roja, pero lo que es seguro es que el juego, la ideología y el toque de la Roja sigue dando victorias y eliminatorias, y con el doble pivote formado por Xabi Alonso y Busquets como mención obligatoria en este fantástico grupo de futbolistas.
El testarazo del primer gol, precedido de un maravilloso centro de Jordi Alba, significa la superación de un obstáculo que se nos ha atrancado muchas veces, que nos había impedido ganar a Francia en partido oficial en toda la historia de la España futbolística y por la que nuestros adorables vecinos nos habían mirado por encima del hombro durante tantos y tantos años. Esta victoria, y contando con las sucesivas apariciones que vuelvan a tener los deportistas españoles en los guiñoles franceses, asegura y reafirma a la Roja como el mejor equipo del mundo, ahora sin el dichoso complejo francés.
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