Y no es que seamos masocas, que no es así, pero lo que es cierto es que tenemos
unas enormes ganas de vendetta contra la selección francesa por las duras derrotas que nos han infringido en los últimos 15 años. En mi caso, porque aún recuerdo la falta de Zizou y el penalty fallado de Raúl que nos dejaba fuera de los cuartos de la Eurocopa del 2000, o porque también me viene presente como si fuese ayer la cara de estúpido que se me quedó cuando la selección bleu nos apeó del Mundial de Alemania 2006 en un partido que nunca se nos debió escapar.
Hasta ahí, que es hasta donde llegan mis recuerdos, puedo recapacitar sobre las veces que Francia nos ha devuelto para casa, aunque tampoco quiero olvidarme de las innumerables ocasiones en las que familiares míos han rememorado aquella fatídica final de 1984 en la que Arconada, con su monumental cantada tras la falta de Platini, dejó a España sin su segundo Europeo.
Yo quería a la selección de Blanc, deseaba que nos tocase porque hay muchas ganas de revancha. Por suerte, el fútbol ha cambiado considerablemente, y la hegemonía mundial está ahora en nuestro tejado, mientras que nuestros vecinos franceses tienen que conformarse con intentar hacer un equipo en el que los jugadores puedan saltar al campo a jugar en búsqueda de la identidad perdida desde que Zizou abandonó el barco en 2006. Por eso, éste es el momento preciso para asestar un duro golpe a los franceses y demostrarles que somos superiores futbolísticamente, y de paso, que juegen otra repesca. Somos mejores que ellos, y lo demostramos en el amistoso que se disputó en Saint Dennis en marzo de 2010, en el que ganamos por 0-2. Ahora nosotros somos campeones del mundo, y ellos nos temen más que nunca.
Aún falta mucho tiempo para que dé comienzo esta ronda clasificatoria, pero la sensación de revancha ante la llegada de ese partido nos da un aliciente más para seguir una fase de clasificación que en muchas ocasiones llegaba a resultar aburrida por el absoluto dominio de España.
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