El guión era perfecto para el Barcelona. Una eliminatoria no muy complicada de remontar y el estadio lleno hasta la bandera para volver a poner los pies en unos cuartos de final por 4 año consecutivo.
Y aunque los escuderos del Barcelona lo fueran de improvisto (por Abidal y Busquets), mientras que los dos habituales vieran los toros desde la barrera con un niño cuyos ojos se han convertido en lo más comentado en las redes sociales durante la pasada noche, el Barcelona tenía que pasar sí o sí. Porque a todos nos apetece ver el clásico con la música de la Champions en Wembley en el mes de mayo. Sin embargo, y como le viene sucediendo al Barcelona en los últimos años en Europa, el encuentro no estuvo exento de polémica arbitral a su favor.
El partido comenzó a tener un aroma extraño al de la temporada pasada frente al Inter. Una primera parte sin la velocidad y combinaciones explosivas de otros momentos puntuales del año, hacían presagiar una segunda parte en la que se iba a sufrir más de lo pensado. El Arsenal realizó un encuentro formidable tácticamente, aunque sin llegar a inquietar lo más mínimo a Valdés en la primera parte. De hecho, el equipo inglés tuvo que renunciar a su estilo porque sabía que en un tú a tú contra los de Guardiola tenían las de perder. Wenger sabía que los balones entre líneas le habían costado sufrir de lo lindo en el partido de ida y puso dos líneas bien juntas delante del portero para evitar las rápidas ofensivas culés.
Tras una primera parte en la que lo más destacado fue una acción en la que Adriano dejó temblando el poste con un zurdazo bestial, el Camp Nou no lo veía claro. Pero apareció el de siempre: Messi se sacó un balón fabuloso con sombrero incluído a Almunia tras una estupenda asistencia de Iniesta que serviría para poner el 1-0 en el marcador y dejar al Barça en los cuartos.
Pero por cosas del fútbol, un corner del Arsenal se transformó en el 1-1, que devolvía al Arsenal el pase tras un gol en propia puerta de Sergio Busquets. La escuadra de Wenger se encontró el empate sin comerlo ni beberlo. Aún así, las sensaciones que transmitían los de Londres no tenían nada que ver con la del equipo que batió al Barça hace dos semanas en el Fly Emitares. Por cierto, de Fábregas no se supo nada en todo el encuentro.
Y en esas volvió la polémica al Camp Nou en una jugada más propia de un juvenil que de unos octavos de Champions. El colegiado Busacca amonestó con la doble amarilla a un Van Persie que había mostrado signos de frustración y rabia durante todo el partido, lo que significaba dejar a los gunners con 10 durante más de media hora. El colegiado aplicó el reglamento, sí, pero creo que finalizar una jugada no es motivo para dejar a un equipo con 10, y más en la dinámica en la que estaba entrando el encuentro. De esta manera, el Arsenal se quedó descompuesto, a la vez que al Barcelona, en superioridad numérica y gustándose cada vez más en su juego, sólo le faltaba por saber cuál sería la gota que colmaría el vaso y que le daría el 2-1.
Tuvo que ser Xavi el que igualase la eliminaoria en una triangulación perfecta dentro del área en una jugada muy al estilo Barça. El Arsenal no se pudo recomponer del golpe, y en la jugada siguiente, el árbitro pitó un penalty que Messi se encargaría de anotar para volver a colocar a su equipo entre los 8 mejores de Europa. El Barcelona fue superior, pero ocurre lo mismo de siempre: no son necesarias este tipo de ayudas para poder demostrar que hoy por hoy, no hay equipo que les pueda plantar cara.
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