
Hu Jintao es ahora el nuevo líder de una China que sigue teniendo lazos que la unen con la que creó Mao hace ya más de 50 años. Pero lo que está claro es que ahora mismo China es la máxima aspirante a arrebatar a EEUU ese "privilegio u honor" de ser el país más poderoso del mundo. Muchos llevan señalando a la eterna aspirante China como la potencia mundial del siglo XXI. Y no son conjeturas.
Económicamente, y según el FMI (Fondo Monetario Internacional), China sufrirá un crecimiento económico del 9% en 2010, lo que servirá para que la economía internacional por fin tenga un país clave que despunte económicamente (junto con Brasil e India) y que pueda provocar un efecto dominó a nivel internacional. A pesar de que China sigue siendo oficialmente un país socialista, todo el mundo sabe que el despegue de éstos en la economía internacional ha llegado gracias a la apertura al capitalismo y a la propiedad privada.
En segundo lugar, es evidente la gran fuerza de China a nivel militar. No hay más que ver los misiles que se pasearon por la plaza de Tianamén, a los que se le supone alcance intercontinental. China posee el mayor ejército del mundo (en cuánto a número de soldados) y un importantísimo papel en la ONU y en el G-20.
Y ya en último lugar, y en mi modesta opinión el más importante, es su superficie total y su altísima demografía. El país asiático es el cuarto país del mundo en extensión y cuenta con más de 1200 millones de personas viviendo en él, lo que es ni más ni menos que una sexta parte del total de la población mundial.

Así, por todas estas razones, China ha pasado de tener un papel secundario en el panorama internacional al papel de organizador que ahora mismo desempeña. Un país que, por suerte no tiene oscuras aspiraciones y que lo único que quiere (como si fuera poco), es ser la primera potencia del mundo. Y aunque ya no es un sueño, el país que preside Hu Jintao debe resolver antes varios problemas internos, porque la represión que ejerce sobre regiones que quieren ser independientes como el Tíbet o la censura que se ejerce sobre algunos de los que son más críticos con el régimen, no está ayudando a crear una buena imagen del gigante asiático a nivel internacional, y eso es, precisamente lo que no quiere China.
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