domingo, 21 de octubre de 2012

LA HISTORIA VUELVE A REPETIRSE (COMPARACIÓN ENTRE LA CRISIS DEL 29 Y LA ACTUAL)


La crisis que vivimos actualmente y de la que nadie parece tener una receta para salir tiene preocupantes paralelismos con la que puso en jaque a toda la economía mundial en 1929. En ambas, la avaricia y la sinrazón del ser humano, aplicada en el sector financiero, han sido los causantes de sendos desastres. Misteriosamente, muchos de esos directivos, brokers o inversores que especularon con los ahorros de miles de personas, se encuentran ahora con los bolsillos repletos de millones de dólares (y euros) a costa de haber arruinado al sector bancario/financiero. Un sector que, por cierto, recibió y seguirá recibiendo miles de millones en ayudas para evitar la quiebra, y todo a costa del contribuyente.

Es curioso que tanto en 1929 como en 2008, el epicentro y a la vez causa de todos los problemas haya sido el sector financiero de EEUU, amparado por una clase política totalmente al servicio de los lobbies y de las grandes empresas. Así, mientras que en la década de los años 20 el presidente Hoover creía sin remordimientos en el capitalismo puro, sin ningún tipo de regulación en el sector financiero, fue en 1981 cuando el presidente Reagan marcó con una línea roja en la historia el principio del fin de 50 años marcados por una “paz financiera” con la desregulación del sector. Sus sucesores, ya se llamen Clinton o Bush, no hicieron más que profundizar en la desregulación que de nuevo llevaría a EEUU, y por contagio al resto del mundo, al desastre económico.



El exceso de crédito fácil y la especulación en el mercado de valores con acciones de grandes compañías cinematográficas o automovilísticas empujaron a muchísima gente a invertir sus ahorros en bolsa en los años 20, aunque no se tuviera ningún tipo de conocimiento económico para hacerlo. De esta manera, EEUU se caracterizó como el país en el que se podía pasar fácilmente de “mendigo a millonario”. Esta situación equivale al exceso de crédito sobre el ladrillo que soportaron las economías desarrolladas a partir de la década de los 90 y de los primeros años del siglo XXI después del pinchazo de las “puntocom”, y sobre todo, del 11 de septiembre: todo el mundo podía conseguir una hipoteca (eje prioritario en la política de George W. Bush). Si nos trasladamos al otro lado del Atlántico, los bancos y cajas de ahorros españoles, animaban a los particulares a adquirir enormes pero apetecibles préstamos con los que cubrir la hipoteca, un turismo nuevo o unas vacaciones de ensueño, aunque los adjudicatarios no tuvieran la capacidad económica para hacer frente a los pagos determinados. En ambos casos, las burbujas creadas terminaron por “estallar” con efectos similares, pese a haber una distancia de 80 años en el tiempo.

Los sentimientos y emociones también han sido semejantes tanto antes como después de los colapsos económicos. La euforia consumidora e inversora previa se transformó después en miedo. La gente sacaba sus ahorros de los bancos, para depositarlo en sitios más seguros, como por ejemplo, debajo del colchón de su cama. En la actualidad, la fuga de depósitos que sufren algunos países de Europa como España o Grecia contrasta con los atractivos que proporcionan entidades y activos financieros de países considerados “seguros” como Alemania. Otro paralelismo es el excesivo precio que asumen ciudadanos que no tomaron parte en todo el proceso destructivo de la economía, y que pagan los platos rotos con la pérdida de empleos y subidas bruscas de impuestos que ahogan la ansiada salida de la crisis. 

En el caso de la crack de 29, y a pesar del enorme plan de inversiones públicas que realizó Roosevelt conocido como New Deal, la salida de crisis la marcó la intensa actividad que provocó en las empresas americanas la Segunda Guerra Mundial. Hoy, desconocemos qué vendrá después de los grandes fracasos de inversiones públicas que han tenido lugar en Europa o Estados Unidos.

Por su parte, las pymes también se ven abocadas al desastre en este proceso. Éstas no pueden financiarse y por lo tanto, no invierten para salir adelante, por lo que se ven obligadas al despido para mantenerse a flote. Después, cae el consumo, y por consiguiente, los ingresos que percibe el estado para elaborar políticas sociales. Por todo ello, en ambas situaciones, se llegó a un común denominador: la pobreza. Realidad que sufrió EEUU a lo largo de la Gran Depresión y que ahora se ceba con Europa, y en concreto con países como España, que ve como su clase media se evapora poco a poco junto con un aumento del número de personas que viven  bajo el umbral de la pobreza.


Con todo ello, y una vez que la crisis ha causado estragos en el estrato económico, es la clase política la que se contagia de toda la incertidumbre causada por el cataclismo financiero para convertirse también en una crisis política. Tanto en el 29 como en esta Gran Recesión, la crisis se ha llevado por delante a muchos gobernantes, sin respetar el color político. En ambas situaciones, la población miraba otros candidatos como los posibles salvadores ante una situación tan adversa. Así ocurrió en EEUU con la llegada de Roosevelt o en Europa con el ascenso de Hitler y otros personajes que prometían devolver al pueblo lo que se había perdido. En el caso actual, Zapatero, Brown, Berlusconi o Sarkozy han visto como la crisis les ha devorado políticamente, pero con unos sucesores políticos que no han confirmado lo que se esperaba de ellos. Obama tampoco ha estado a la altura de devolver el poderío económico a EEUU, a pesar de haber realizado una reforma financiera que, según los expertos, no servirá para contener nuevas especulaciones en el sector financiero. Pero el verdadero problema estriba en que los fantasmas del pasado están más vivos que nunca, sobre todo en Europa. Llegando a través de extremismos que encandilan a la ciudadanía a través de mensajes populistas y xenófobos, señalando a la inmigración o a la integración europea como problema de todos los males. En Francia y Grecia, la extrema derecha tuvo un importante papel en las elecciones de dichos países alcanzando un número de votos considerable como para pensar en que los extremismos vuelven a tener el apoyo de determinados sectores de la sociedad.

“Esto no pude estar pasando”. Es la frase más común que hemos escuchado en los últimos años. Y a la vez, también era la más repetida después de 1929. Todavía nos preguntamos cómo ha ocurrido y quiénes son los culpables de una situación en la que el ser humano ha caído por segunda vez. De lo que no cabe ninguna duda es que esta crisis ha puesto de relieve una vez más los fallos del sistema que hoy gobierna el mundo. El capitalismo, en su máxima naturaleza, es voraz y avaricioso, y ha destruido el orden y el progreso que ha reinado en el planeta desde la Segunda Guerra Mundial. Al parecer, el ser humano olvida muy rápido, y ese defecto parece ser exactamente el mal que sufre el político americano. Y por eso, y por mucho que nos empeñemos en que no sea así, volverá a llegar el día en el que el planeta vuelva a sacudirse por los efectos de la especulación y de la codicia, a los que indirectamente, incita el capitalismo.

1 comentario:

  1. Hola, he añadido tu blog entro los que sigo. Bastante interesante.
    Un saludo
    http://www.futbolfinlandes.com

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